jueves, 22 de noviembre de 2007

Flores y Zaldívar, no puede sorprendernos la Navidad


La votación negativa para el Gobierno producida en el Senado anteayer, y la efectuada en la Cámara la semana pasada, en torno a la mantención del subsidio al Plan de Transportes Transantiago, configuran un escenario tan nuevo como anunciado.

Anunciado porque, esto se olvida frecuentemente por parte de los actores políticos, el discurso amarra a la acción. Es decir, todo argumento tiene una dimensión personal, lo que el hablante quiso decir; y otra que escapa a los controles del emisor y que forma parte de todos y de ninguno. Un entelequia suspendida que cobra “vida propia” en la mente de los receptores. Esto último entrega al discurso un nivel de autonomía respecto del emisor y capitaliza el poder entre los que escuchan y dan el último significado a lo dicho.

En otras palabras el discurso, lo dicho, se aleja del hablante y se independiza de él, los significados son traspasados a los receptores y estos son los que, finalmente y a partir del significado último, juzgarán la coherencia.

La coherencia, principal indicador de validez política por estos días, es lo que permitirá la vigencia de los discursos y quienes los pronuncian. Poco destino tendrán aquellos que se desdicen, o los que obran de una manera distinta a la prometida; si, los que no actúen conforme a la autonomía de sus palabras perderán el único capital político que vale la pena: la coherencia.

Por eso cuando alguien empieza a vociferar y es escuchado con atención, cuando ocupa espacio en la mente de otros, ya ha sido cazado por lo que ha emitido. Una predicción sobre los posibles resultados de sus palabras es posible, la consolidación de tal escenario estará centrado en cuanta coherencia existe por parte del emisor.

Los Senadores Zaldívar y Flores, junto a algunos Diputados DC, están cazados por sus palabras y cada día lo son más. Si, hace un tiempo y tímidamente, rechazaron las críticas por parte de los concertacionistas que sostenían una falta de coherencia en sus acciones; y, con vehemencia juraron actuar en defensa de ideas propias más que del conjunto de la Concertación, iniciaron el camino a una nueva coherencia.

La coherencia de estos días los ha llevado a hablar en una lógica distinta, a levantar un discurso alternativo, a anunciar acciones diferentes a su inicial nido concertacionista.

Ambos Senadores tienen desde su génesis un desarraigo Concertacionista. Emulando a Francisco Vidal podríamos decir que este conglomerado nunca formó parte del ADN de estos parlamentarios. Flores llegó del extranjero, con su historia de exilio y dolor y su fama de inteligente y afortunado. Zaldívar, afortunado desde la cuna, siempre actúo a regañadientes del proceso de construcción concertacionista. Durante estos 17 años postergaron sus naturales inclinaciones y adoptaron la coherencia del discurso democrático y concertacionista. Pero este silencio no podía ser ad eternum.

El desgaste natural de un bloque de Gobierno, la primacía de las carreras personales por sobre las tareas comunes, el surgimiento de nuevas formas de movilización ciudadana, el sello “femenino” del Gobierno, configuraron un escenario propicio para que las, inicialmente, tímidas palabras críticas de estos Senadores fueran tomando fuerza y autonomía.

Así Flores se marginó del PPD rechazando una cultura política a rajatabla. Al principio, en su fallida carrera presidencial, elaboró propuestas críticas que aludían a la falta de imaginación y a cierto tipo de aletargamiento del mundo político. Críticas generales, que más reflejaban un estado de ánimo que otra cosa. Ya imbuido en la maraña electoral interna, perdedor frente a las máquinas, aprovechó la coyuntura del caso Chiledeportes para asentar está crítica hacia la corrupción, las costumbres de los políticos y los cacicazgos. Terminó fuera del PPD, un rato también fuera del sistema político, para terminar inscribiendo … sí, un partido nuevo. La inscripción de Chile Primero fue la antesala de su alineamiento con la derecha en el Senado.

Zaldívar siempre estuvo orgulloso de manifestarse, desde el inicio, en contra de la Concertación. Quería construir una alianza más pequeña, con algunos partidos satélites y no constituir Gobierno con la izquierda, por entonces diseminada en varios referentes. Se mantuvo en el aislamiento político por varios años porque, precisamente, la Concertación no formaba parte de su ADN. Volvió a la carga cuando se convirtió en la esperanza blanca de una DC en caída electoral, buscó culpables y los encontró…curiosamente, en sus aliados de la Concertación. El PPD fue uno de los principales señalados, insufló de convicción a la DC en un tiempo en donde ese partido lo necesitaba pero inició un movimiento interno que significaba diseñar un futuro sin la Concertación.

Su discurso de “cambiar el modelo” no era una crítica hacia el sistema económico, pese a sus reiteradas y huecas menciones al via crucis de la clase media, sino al sistema político instalado por la alianza en la que nunca creyó. Sus intervenciones se hicieron independientes y cobraron “vida”, otros compartieron esas ideas y con pasos cada vez más avanzados se fueron alejando de la Concertación.

Vale la pena hacer algo de memoria para recordar que lo del martes pasado no es sino un hito significativo de un proceso político desencadenado por las palabras hace unos años atrás. Y pensar que a veces me parecía tan obvia esa frase: “No puede sorprendernos la Navidad”


Waldo Carrasco S.
Profesor de Historia

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Temporada de Conejos, Temporada de Acuerdos


Parece un cliché pero es verdad, la política nos da sorpresas, la política es ágil e impredescible, la política es... en fin, apasionante porque nunca la entendemos a cabalidad y cuando creemos entenderla toda lectura se diluye con la misma facilidad que nos llegó.
¿Quién iba a pensar que a fines del año 2007 nuestro medio sudara tanto ánimo de encuentro y acuerdo? Sólo hace unos meses parecía que los grandes temas se empantanaban, irremediablemente, en la desidia y el desalojo, en la falta de conducción y la ausencia de intenciones.
Pero las cosas parecen cambiar hacia rumbos insospechados. No sólo por lo que implica el bacheletismo-aliancista que comentamos hace unos días, sino porque la legitimidad que esa posición ganaba expresaba un mandato ciudadano muy claro: unidad para los temas país.
En la última encuesta del CEP, por ejemplo, el 80% de los encuestados querían que la oposición y el Gobierno trabajasen unidos. Bueno, en honor a la verdad, uno miraba esos guarismo y no se pensaba sino en la ingenuidad e ignorancia política de los chilenos. ¿es que no se dan cuenta que esos roles son inalterables y la esencia de la alternancia en el poder?.
Pero no la gente lo estaba diciendo en serio y los actores políticos de uno y otro lado han comenzado a saborear las ventajas de decir y hacer lo que la gente quiere. Claro más de uno dirá que esto es un veranito de San Juan y ya florecerá la verdadera naturaleza de todos y Gobierno y oposición volverán a repetir sus conocidos argumentos.
Pero esta temporada de conejos, pareciera arrojar acuerdos que están a punto de concretarse e implicarán transformaciones sustanciales de nuestra institucionalidad y sociedad. Valga mencionar la Reforma Educacional, la agenda de seguridad ciudadana, la reforma previsional, la propuesta del consejo de equidad, etc. Y, bueno, pareciera que al final del día el cazador volverá con varios conejos colgando a su cinto.
En este contexto y frente a la evidencia de los hechos, no puedo dejar de comentar lo inexplicable de un hecho y conste que lo hago esperando algún comentario de los amigos DC de este grupo de discusión.
Conocidas son las conclusiones del Congreso Ideológico de la DC, trascendió en particular aquellos relacionados con el "fin del lucro" en materia educacional. He leído las conclusiones de ese evento y aquello no me parece tan taxativo ni excluyente, sin embargo la prensa a consignado lo férreo de ese juicio y el triunfo que la Ministra DC de Educación obtuvo en la misma oportunidad.
La Reforma Eduacional pende, hoy por hoy, de un hilo porque la DC deberá mover su institucionalidad para dirimir si es posible apoyar el acuerdo alcanzado con la Alianza sin contravenir las conclusiones de el reciente evento interno.
¿Alguién me puede explicar que ganó la Ministra al patrocinar una tesis como ésta? ¿es qué, realmente, creyó posible negociar con la Alianza la supresión del lucro? O, acaso, ¿nunca fue tan optimista para pensar en la posibilidad de llegar a un acuerdo con la oposición? ¿es que primó más un gustito en la pelea interna que la mirada ministerial? En fin, frente a lo evidente de esta temporada de conejos, era necesario contar con cazadores avezados, de buen pulso y certera puntería. Tales cazadores actúan de buena manera para la causa y pueden llenarse del reconocimiento que los hace necesarios para futuras cacerías, este no pareció ser el caso.

Waldo Carrasco S.
Profesor de Historia

viernes, 2 de noviembre de 2007

Sangre Nueva



Por Hernán Larraín M. (*)


La clase política actual ha venido dando señales consistentes de agotamiento estructural. Entre gobiernos ciudadanos, mimetizaciones y desalojos, es posible hipotetizar que nos acercamos al fin de un ciclo, caracterizado fundamentalmente por la ausencia de proyectos políticos alternativos y la escasez de nuevas propuestas. Vivimos un declive sostenido del debate político, donde el cálculo de ambas coaliciones está por sobre sus identidades. Hoy es posible apreciar en Chile una suma de liderazgos abocados a jugar con las percepciones de la opinión publica, desvivida por las pistas que entregan las encuestas, abusando del ADN de cada sector, manipulando las líneas entre derechas e izquierdas. Todo se materializa en una contundente desafección ciudadana, con un electorado distante de la clase política, agotada de la contingencia, defraudada por la ineficiencia, el paternalismo y la falta de liderazgo. Pero por sobre todo una etapa marcada por el cansancio de una generación de políticos que parece haber olvidado que, en lo medular, su misión se juega en la elaboración de visiones colectivas competitivas y no en carreras personales.
De hecho, los principales actores de la clase política se presentan jugando proyectos individuales por sobre trabajos en equipo. Lavín se bacheletiza, Piñera se desdibuja entre lo propositivo y lo reactivo, Alvear encabeza un calculado congreso ideológico que expone públicamente la precariedad y las fisuras estructurales de su proyecto. Un Lagos y un Insulza a la espera de que la coyuntura les abra una ventana y los invite, sin mayores costos, a "salvar" al oficialismo. Y, finalmente, una Presidenta que invita a un pacto social sin sustancia y que, en vez de liderar a los partidos de su coalición, se victimiza acusando un femicidio político. Lo que aparece cada vez con más claridad es el desgaste de una generación completa que cumplió con lo suyo en las últimas décadas. Que compartió y superó exitosamente tiempos históricos críticos de gran polarización. Que fue capaz de consolidar, política y económicamente, una estrategia de desarrollo para Chile que ha llegado a un punto de quiebre, sin saber con claridad cómo se abordará la próxima etapa. Experimentamos así un envejecimiento de los proyectos políticos como consecuencia del cumplimiento, tanto en la Concertación como en la Alianza, de sus grandes objetivos fundacionales. Los primeros, administrando el modelo con un sostenido éxito electoral. Y los segundos, dedicados exclusivamente a protegerlo, arreglando las perforaciones causadas por la mayoría gobernante.
En este contexto, las elecciones del 2009 debieran marcar un punto de inflexión. Hoy, más que estar calculando cómo conservar el Ejecutivo o demandar una alternancia en el poder, con el endeble argumento de "la salud democrática", lo que se requiere es iniciar un dialogo abierto y de largo plazo sobre el Chile del mañana, propiciado por una nueva generación, emergente y transversal. De derecha a izquierda, de liberales a conservadores, de norte a sur, lo que se requiere es una recambio generacional. Este recambio, eso sí, no surgirá sólo como consecuencia del agotamiento de la generación actual, sino más bien de la elaboración de proyectos políticos de largo plazo marcados por una distintiva visión de sociedad y una renovada manera de comprender el rol de la política. Todo, en mano de jugadores de avanzada.
Y si bien la juventud actual se caracteriza por una desafección hacia el sistema político y una crisis en su participación electoral, existe hoy un compromiso de la nueva generación con los desafíos públicos. El año 2006, los pingüinos sellaron simbólicamente el antes y después. De hecho, la nueva generación está marcada por una serie de valores transversales a partir de los cuales puede afrontar el futuro: la libertad, la justicia social, la meritocracia, el respeto a la diversidad, el rechazo a los grandes intereses corporativos, el diálogo comprometido, y un juicio común sobre la historia reciente sin la contaminación de las responsabilidades y culpas.
Desde una perspectiva optimista, podemos sumar una creciente cantidad de organizaciones, distintivas por su innovación y emprendimiento, que asumen desde la sociedad civil importantes desafíos sociales, culturales y medioambientales que el país demanda. Una acción política participativa caracterizada por la confianza en los ciudadanos, por la horizontalidad de sus vínculos, por la colaboración social y no sólo la competencia , por lo local más que por el centralismo, sin miedo a la acción articuladora del Estado y empecinada en el empoderamiento de las personas como los principales agentes de cambio.
Así, una nueva visión y renovación de los liderazgos debiera estar lentamente naciendo. El optimismo está en pensar que esta suerte de ciudadanía 2.0 permeará la política del futuro. Y aunque estos movimientos parecen marcar una diferencia, la realidad indica que deberán ganarse los espacios de influencia y participación por su cuenta. La clase política actual no cederá nada, a menos que comprenda que la próxima generación trae la necesitada renovación.
La sangre nueva dirá. LND

(*) Cientista político y profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez. Publicado en La Nación el 28 de octubre de 2007.