miércoles, 24 de octubre de 2007

Implicancias y desafíos del nuevo Partido Democrático

Antonio Leal


El nacimiento del Partido Democrático en Italia y la construcción de su legitimidad ciudadana tienen, más allá de las fronteras geográficas, una enorme importancia para la política en general. Allí se produjo un fenómeno extraordinario: tres millones y medio de personas concurrieron de forma voluntaria a las urnas para elegir al líder de un partido en formación, Walter Veltoni, el alcalde de Roma -que recibió 76% de los votos-, y a cerca de 3 mil delegados que conformarán la Asamblea Constituyente del nuevo referente. Se produce cuando El Olivo gobierna y, por lo tanto, más que gobernar la crisis de una izquierda derrotada, lo que hacen Democracia de Izquierda y Margarita, las dos afluentes principales, es asumir los desafíos de los cambios y también darse cuenta de que el país requiere una fuerza política amplia, capaz de gobernar y estar fuertemente en la sociedad civil, con ciudadanos libres que participan temáticamente en la política cotidiana. Esto significa asumir que el electorado le da una oportunidad a la política y a los partidos para cambiar.
Incluso la fuerza participativa de la sociedad fue más allá de lo esperado por los organizadores y sorprendió a los medios de comunicación, demostrando que la gente aprovecha los espacios cuando las instituciones y los políticos los abren y no está con la "antipolítica", sino contra la mala política, la corrupción, la falta de transparencia y la ausencia de diálogo con la ciudadanía. Pero si se convoca a la gente -como ha hecho El Olivo- a ser parte de un fenómeno que sin duda cambiará la política, la ciudadanía participa, porque quiere una política mejor, menos autorreferente y elitista, y mucho más preocupada de construir derechos e integración para todos. La conformación del Partido Democrático tiene similitudes con Chile, porque es la fusión de partidos que agrupados hasta hoy en El Olivo, representan a sectores democratacristianos, socialdemócratas, ambientalistas y a fuerzas progresistas de diversa naturaleza ideológica que ahora se transforman en un solo partido. Lo conversábamos en Roma con Walter Veltroni; él decía que en Chile es donde mejor se comprendería el surgimiento del PD y es verdad. En Europa, las fuerzas de izquierdas tradicionales han cuestionado este paso, diciendo que ser demócrata no garantiza ser de izquierda, pero ello es porque se mueven con viejas categorías, que ya no expresan necesariamente los fenómenos de hoy.
Es evidente que el interés político que despierta en nosotros esta creación es por el hecho de que este nuevo partido implica superar las fronteras "ideales" de cada partido singular y abrirse al debate con la sociedad sobre un proyecto para la Italia del futuro y a la vez involucra crear una nueva cultura progresista, que enmarca y supera las anteriores para intentar responder a los nuevos fenómenos del siglo XXl y a la velocidad de los cambios en otras esferas, lo que hoy la política no logra captar con los instrumentos viejos. Cada partido que entra en la fusión se despoja de algo y se apropia de este nuevo progresismo que está surgiendo en la propia realidad cono una necesidad.
Lo que se pone en el centro de la nueva formación no son las categorías tradicionales de derecha e izquierda, sino aquellas de conservadores y progresistas y en ambos casos se trata de fenómenos transversales, porque la configuración de una nueva cultura y de un nuevo modo de hacer política desde un progresismo que reconoce diversas posturas en el campo valórico y cultural y diversas fronteras, involucra crear una nueva identidad social, cultural y política para ser algo más allá de lo que singularmente es cada partido que confluye y que El Olivo ha representado en estos años en Italia. Por ello participó esta cifra inaudita de tres millones y medio de italianos: entienden que la oferta cultural y política del nuevo partido es trascender lo actual y hacerlo con la sociedad civil. En ello radica su encanto.
En Chile, los partidos de la Concertación están en una situación privilegiada para responder a esta pregunta. En sus más de 20 años de actividad conjunta, la Concertación jugó un rol esencial en el desplazamiento de la dictadura, en la defensa de los derechos humanos, en la transición, en encabezar cuatro gobiernos que han restituido la democracia y las libertades y han construido exitosas políticas de equidad. Se ha creado una cultura concertacionista que supera los marcos de las culturas y los intereses singulares de cada partido. Esto es muy valioso, porque en definitiva la inmensa mayoría de los millones de chilenos que vota por la Concertación no son militantes, sino concertacionistas y se sienten progresistas, de distinta matriz, al votar por este bloque.
No intento decir que esto esté a la vuelta de la esquina y que un proyecto de esta envergadura no encontraría resistencias muy fuertes. Digo que, primero, los partidos de la Concertación deben replantearse cómo elegir a sus líderes y a sus candidatos, quienes no sólo expresan a sus partidos, sino que gobiernan para todos. Después de los tres millones y medio de italianos que votaron, será difícil en cualquier parte volver a elegir líderes con la misma credibilidad entre cuatro paredes. Yo aspiro a que nuestros partidos den respuestas coherentes a la necesidad de una mayor participación ciudadana. Pero también, a que en el proyecto de renovación, refundación y cambio que obligadamente debe enfrentar la Concertación si quiere seguir existiendo y gobernando el país, esté en el debate la opción de un Partido Democrático, porque ello significa colocar una parte del futuro de la política en el presente.
Sin duda, hay entre los partidos de la Concertación diferencias éticas y las hay también entre los partidos católicos y laicos que confluyen en Italia, pero ellas no deben ser un obstáculo para la unidad. Piero Fassino, presidente de Democracia de Izquierda y el diputado DC Castanett, un gran intelectual católico, nos dieron una respuesta que creo muy válida e inteligente: la ciencia y la bioética aún no explica muchos fenómenos, pero los temas que están en ese plano mañana tendrán respuesta científica y se abordarán de otra manera. Este esfuerzo ético-científico ciertamente no puede ser reemplazado por la resolución de un partido que le dice a su militante cuál debe ser su moral.
El Partido Democrático en Italia se forma no sólo entre partidos de diversa matriz "ideológica", sino esencialmente entre gente diversa en torno a los temas éticos. Pero con ello no despoja al militante de sus propias convicciones de conciencia para sumirlo en las definiciones colectivas sobre temas en los que no tiene por qué haber resoluciones colectivas, salvo que tenga una concepción absolutista e integrista de la vida y de los fenómenos complejos. No me parece que así sea con los partidos de la Concertación. Por lo demás, las culturas de las cuales provenimos, culturas originalmente occidentales, tienen muchas referencias y mezclas. Pensemos que San Pablo, creador de la Iglesia Universal de Cristo, es también apóstol de la solidaridad y éste es un valor fuerte de toda la cultura occidental progresista y está presente en todas las culturas. Hay más similitud de la que se cree entre las fuentes epistemológicas y las reflexiones de las culturas occidentales, por ejemplo entre las visiones socialdemócratas y cristianas y hoy, que podemos hablar de un mundo que camina al multiculturalismo, es posible analizar estos procesos de reidentificación entre culturas diversas, de valores esenciales comunes o al menos transversales.
Los perfiles programáticos esenciales del nuevo Partido Democrático serán resueltos en una Asamblea Constituyente de tres mil delegados elegidos universalmente. Pero las prioridades son los temas medio ambientales; un nuevo pacto con la joven generación en oportunidades de estudio, trabajo y espacios políticos y técnicos; acento en la educación y formación adecuada al mercado y a las potencialidades económicas de Europa y el mundo; la seguridad como un derecho de todos sin color político y que quien gobierna tiene el deber de garantizar; y la mirada y la acción hacia los patios traseros del mundo de la opulencia creada por la globalización, especialmente África y los inmigrantes. En ese sentido, me ha impresionado lo dicho por Veltroni en nuestras conversaciones: "La vida de los jóvenes no puede ser ocasional o par time".
Este nuevo progresismo debe abordar los temas de la modernidad y la cohesión social de modo distinto a cómo se han abordado hasta ahora, porque los fenómenos son nuevos y requieren otras respuestas. Veltroni, que es ambientalista, cree firmemente en que hoy es perentorio un modelo de desarrollo sustentable si no queremos que la actual forma de civilización acabe con todo. Pero, a la vez, es realista, porque está consciente de que no se puede "decir que no a todo, porque no se puede decir que no a la velocidad". Además plantea la urgencia de renovar la democracia institucional y crear los espacios más abiertos a la democracia participativa. Veltroni nos ilustraba que en Europa se ha constituido una estructura de poder democrático imponente, que va desde el Gobierno de Europa, los gobiernos nacionales, regionales, provinciales, comunales, los parlamentos con capacidad de decisión, pero que pese a su legitimidad de origen, cada vez más al ciudadano común todo esto le resulta inalcanzable. Hay que crear estados e instituciones más flexibles y un espacio mayor para el ciudadano en el sistema político, antes de que se desinterese o exprese por otros canales, que lleven a gobiernos populistas o sólo tecnocráticos. Sin duda, el mejoramiento y la apertura del sistema político es una tarea también en Chile, que debe encabezar una renovada Concertación.
Antonio Leal es Diputado DC
Publicado en La Nación Miércoles 24 de Octubre 2007.

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